Escribo este texto como salida al dolor y sufrimiento que me provoca el pensamiento. Escribo este texto como entrada hacia mi historia que quizá sea la de muchos y muchas. Escribo este texto como respuesta a la constante sensación de que nunca es todo, de que hay algo siempre que queda en los bordes de la escritura. Que es imposible compartir el sufrimiento y la muerte, pero en este intento fallido podemos encontrar ciertas aproximaciones que nos ayuden a sentir-nos parte de algo más: el mundo, los otros. Escribo desbordada, agotada y destruida. Escribo para mí un texto enfermo y deforme, para dejarlo como un feto sobre la mesa de mis pensamientos. Escribo un texto autónomo que de alguna manera es infinito. Un texto que no implica su lectura como se hace desde siempre. Un texto al que quizá deba uno acudir como acude a un libro de citas. Leído por pedazos cada vez distintos. Un libro que se puede leer o dejar reposar en una mesa de luz para volver a él en la noche en una mesa de luz a la noche para volver a él como si fuera la confesión de alguien que quiere ser otra. Yo no soy tampoco este texto, es solo un estudio sobre la enfermedad que me lleva a la memoria.

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